28 de enero de 2012

Para poder subir al cielo antes has de estar bajo tierra.

"- ¿Te acuerdas de la cena de mi cumpleaños de aquel año? - Sí, mas o menos..." Sí que me acuerdo, ¿como no lo iba a recordar? Esa cena en la cual nadie se acordó de mi intolerancia y todo eran pizzas, saladitos, sandwiches y cosas que yo no debía comer. Y no creas que lo recuerdo para mal, al contrario. Me pidió disculpas, era una gran amiga y no podía enfadarme, me ofreció hacerme algo de cenar, a lo cual respondí que no pasaba nada, que había picoteado en casa y no tenía hambre... No quise molestar uno de los días mas felices del año. Recuerdo perfectamente sus palabras al verme darle un bocado a un trozo de pizza. Me dijo que qué hacía y yo respondí "Nada, no nada, un día es un día... Además, de algo hay que morir." ¿Y sabes que me contestó con 14 años? "Sí, de algo hay que morir, pero sería triste que murieras por tonta." Y de repente me sentí mal, me sentí tremendamente imbécil. Tenía razón, sería muy triste sufrir el día de mañana por no cuidarme hoy, incluso llegar a fallecer por alguno de esos errores de críos que no debí cometer por mi propio bien. Y hay fue cuando dije "Nerea, ¿que cojones haces tía? Con lo fácil que te es a ti cuidarte o aprender a hacerlo..." Y quizá lo peor era saber que el camino que había comenzado a seguir no era bueno y que si no escogía otro, ése camino, me acarrearía consecuencias graves tanto de salud como físicas y psicológicas. Aunque a lo mejor lo más duro es enfrentarse a diferentes situaciones, siendo una niña, que te quiten hasta las ganas de ser. Después de que dijera eso lloré horas y horas pensando en que indirectamente había intentando matarme. ¿Y ahora sabes qué? Que soy yo la que pasa de los demás, que soy yo la que me "preocupo" de mí ya que pocos lo hacen y que soy yo la que saca a delante ésta, mi sonrisa, día a día y la que se lo curra para ser alguien el día de mañana. Que he aprendido a sacar fuerzas de bajo tierra por y para mí. He aprendido a mostrar mis más brillantes y felices ojos aunque por dentro muera de dolor o rabia y he aprendido a maquillar cada herida del pasado para que nadie sepa lo que en su día pasé. Y, sobretodo, he aprendido a amarme a mí misma con cada uno de mis kilos, mis ojeras kilométricas, mis cm y cada uno de mis incontables y preciosos defectos. Y sí, soy de esas personas que siempre sonríen y aparentan la más total alegría, ¿pero sabes por qué? Porque aquella noche me propuse algo. Me propuse no volver a derrumbarme delante de nadie, me propuse que nunca más nadie me consideraria una persona débil aunque lo sea. Aquel día aprendí que ser feliz era fácil, pero que alguien debió darme instrucciones para conseguirlo y no llegar hasta ese punto.

No hay comentarios:

Publicar un comentario

Coments:)